viernes, 22 de junio de 2012

CUENTO CORTO

Era la primera vez que le pasaba. Era una comezón insoportable pero le dolía rascarse las encías. entonces se pasaba simplemente la yema de los dedos muy fuerte, sin que nadie se de cuenta. ¿Por qué le tenía que ocurrir en el trabajo?

La picazón no era constante pero se daba en los momentos más inoportunos, nunca cuando andaba solo en la casa ni cuando sacaba la basura. Todo lo contrario. ¿Presentación de trabajo? Picazón. ¿Primera cita? Picazón. ¿Funeral de alguien? Picazón.

El problema es que no sabía porque le pasaba, hasta que un día pasó.

Tenía la mayor comezón de todas y sintió unas ganas locas de estornudar, apenas lo hizo, todos sus dientes salieron disparados! sin una gota de sangre cayeron tan fácil como quien derrumba un castillo de cartas, haciendo al caer contra el suelo el mismo ruido que hace una taza al romperse...

Obviamente lo primero que hizo fue recogerlos uno a uno, estaban resbalosos de saliva y, aunque eran sus dientes y su saliva, le daba un poco de asco recogerlos, cuando los tuvo todos los vio en sus manos y se quedo ahí, mirándolos, sin saber como volvérselos a poner.

Fue al baño y los enjuagó en el lavabo teniendo cuidado en que no se caigan al desagüe. Una vez limpios cogió uno e intentó colocarlo de nuevo en su sitio.

No encajaba.

Después de pensarlo un rato se dio cuenta que era obvio porque no encajaba, cada uno tenía un lugar especifico! No podía alegremente poner un canino donde un frontal o una muela donde un canino (ni cualquier otra combinación rara) así que fue a buscar una fotografía en la que salga sonriendo para tener una especie de guía.

Entonces se dio cuenta, en todas sus fotografías salía con la boca cerrada.

Fue una vida difícil sin dientes.

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